Con Pumas nunca se sabe. Una semana puede escalar hasta los primeros lugares, prometer que estará peleando por la cima de la clasificación y a la otra, sin oponer tanta resistencia, perder en casa y peor aún, fortalecer a uno de los sinodales con más reflectores y cercanía tienen de los felinos. Contra Cruz Azul, Universidad Nacional fue de más a menos y con el 1-2 en el marcador, no supo cómo adecuar las hostilidades y sobreponerse. La inestabilidad es su constante.

El encuentro había sido de ida y vuelta. Pumas hacía válida su condición de local, mientras que Cruz Azul apretaba y desdoblaba como si estuviera en la cancha del Azteca. Los técnicos, por su cuenta, deambulaban su zona en todo momento, ansiosos. El ambiente era propicio para vislumbrar un gran encuentro, no faltaba afición auriazul ni celeste. Clásico o no, este duelo no conoce de remedos para guardarse algo, al contrario, exhibe espectáculo.

Apenas al minuto 12, Carlos González tuvo un trompicado mano a mano, que le ayudó a encontrarse prácticamente de frente a Jesús Corona, aunque a la hora del disparo, el paraguayo careció de potencia, pero que aún así, vio como la pelota se deslizaba de manera agónica y antes de que cruzara la línea de meta, el arquero cementero ya había realizado el recorrido necesario, para detener el traslado. Era el aviso más serio de Universidad Nacional.

Casi a la siguiente jugada, al 15’ en el cronómetro, Adrián Aldrete, de gran temporada y extraordinaria combinación de funciones en ataque y defensa, desbordó por la izquierda, encontrando complicidad en defensa de Pumas. El lateral, antes de llegar a línea de fondo, precisó un centro como con la mano, en donde Édgar Méndez fungió de referencia en el área enemiga; el español cabeceó con contundencia y mandó guardar el esférico al arco de Alfredo Saldívar: 0-1.

El cierre del primer tiempo fue más trabajado en el mediocampo, con opciones de creación ofensiva menores a las del arranque, con más choques y menos filtraciones definitivas. Del lado universitario, David Patiño mandó al terreno de juego a Matías Alustiza, en sustitución de Alan Mendoza, para acumular más elementos en el ataque; aunque fuera en esbozos, parecía que el semblante le cambió de a poco. A La Máquina, el complemento le funcionó para apaciguarse.

El complemento arrancó con el ímpetu natural de Pumas, que se sabía en desventaja, que requería de un aliciente para sentirse bien nuevamente. Antes del 60’, Universidad Nacional generó por lo menos, tres oportunidades claras en el ataque, en las que ni González ni Alustiza supieron cómo aprovechar sus instantes para definir adecuadamente. Cruz Azul, por su cuenta, ya jugaba a saltar líneas, a aprovechar espacios, casi siempre con Elías Hernández como eslabón principal.

La temperatura disminuía tanto como la intensidad en el campo. Pumas trataba de darle vuelta a una fórmula reiterada ante La Máquina, mientras que los de Caixinha preferían tomar todo con calma. Cuando ya todo agonizaba, cuando el partido vivía sus últimos instantes, el timonel portugués mandó a Andrés Rentería a la cancha, buscando que el colombiano tomara confianza y sumara minutos. A Martín Cauteruccio, el hombre sustituido, no le gustó salir. Parecía un movimiento forzado.

Sin embargo, al ariete de poca continuidad y suerte le bastaron escasos segundos en la cancha, para, al 79’, recibir de espaldas una asistencia de José Madueña y prácticamente en cuestión de segundos, definir cruzando a Saldívar. Cayó el segundo de Cruz Azul, el que sentenció a Pumas, el que delimitó su alcance en la clasificación y potencializó la posibilidad de que La Máquina recuperara el liderato. Al 85’, fue Luis Quintana quien alzó la voz y marcó el único tanto del encuentro para Universidad Nacional, pero no fue suficiente.


(Milenio)