La representación inició con la participación de un actor personificado como Melchor Guaspe, quien partió desde la Catedral Metropolitana hacia las instalaciones del Palacio Federal (hoy Casa Chihuahua), y a lo largo de su recorrido invitó a las personas a que se acercaran a conocer el destino que tuvieron los Insurgentes, entre ellos Don Miguel Hidalgo y Costilla, quien permaneció preso durante tres meses en lo que fue el ex Colegio de Jesuitas, de la Villa San Felipe del Real de Chihuahua.
Fue el 30 de julio de 1811 cuando Don Miguel Hidalgo y Costilla fue fusilado en las instalaciones del antiguo Hospital Real Militar, pues funcionaba como cuartel general de la Comandancia de las Provincias Internas, y esa fue su sentencia al ser acusado de iniciar la rebelión en contra de la corona.
La misma suerte corrieron con anterioridad sus compañeros, Juan Aldama, Ignacio Allende, Mariano Jiménez, y otros de los Insurgentes.
En las afueras de Casa Chihuahua se reunieron cientos de personas para presenciar la lectura del informe oficial del entonces comandante Don Nemesio Salcedo, a cargo del actor Miguel Ángel Hernández, quien caracterizado como Melchor Guaspe, leyó el documento en el que se indicaba los nombres y fechas de los fusilamientos realizados, así como los datos de quienes seguirían presos y con los bienes confiscados, a consecuencia de su insurrección.
El público permaneció atento y finalmente brindó un aplauso a los participantes y organizadores de la representación. A los actores se les entregó un reconocimiento, así como al maestro, Carlos Fernández Baca, autor del guión y director de la representación teatral.
Cabe recordar que desde el pasado miércoles 26 de julio, Casa Chihuahua presentó los “Diálogos con Hidalgo”, en los que se puso de manifiesto la relación amistosa que entablaron Miguel Hidalgo, personificado por Jesús Ramírez, Melchor Guaspe (por Miguel A. Hernández) y el cabo Miguel Ortega (por Pierre Gonsaud). Estos dos últimos personajes fueron a quienes el “Padre de la Patria” dedicó unos versos de agradecimiento escritos con carbón en las paredes de la antigua celda que ocupó en la torre del templo de Loreto, que hoy se muestran en placas de bronce a las afueras de este sitio histórico, comúnmente conocido como el “Calabozo de Hidalgo”.