La edición 2013 del Premio Nacional de Derechos Humanos fundado en memoria del obispo derechohumanista Sergio Méndez Arceo, fue dado a la abogada indigenista Estela Ángeles Mondragón.
Fue presentado públicamente por sacerdotes y mujeres activistas este lunes para visualizar, dijeron, que sí hay lucha y resultados por representar los derechos de la gente. Su causa fue compartida con su esposo el abogado Ernesto Rábago, asesinado el primero de marzo del 2010 en el despacho de la asociación Bowerasa (“haciendo camino” en rarámuri), que compartían.
Al sacerdote Méndez Arceo lo llamaban el “obispo rojo”, dijo Mondragón del que inspiró la entrega del reconocimiento, cuando en los 80’s ser socialista, y peor siendo miembro de la religión católica o el cristianismo, era un atrevimiento imperdonable. Fue obispo de la diócesis de Cuernavaca, Morelos en las décadas del ’50 al ’70, propulsor de la Teoría de la Liberación, el Catolicismo Progresista, pugnó por los derechos de grupos marginados del país, y apoyó abiertamente movimientos de la izquierda política en México y en la disidencia del extranjero.
La abogada recibió el reconocimiento del último ganador, el poeta Javier Sicilia reconocido mundialmente por encabezar el Movimiento por la Paz y la Justicia, tras el multihomicidio en Morelos en el que una de las víctimas fue su hijo; se tomó en cuenta su trabajo jurídico por el derecho a la tierra y a la identidad, en este caso indígena, que comenzó en el estado de México, en el Distrito Federal y Zacatecas, pero que se decidió abiertamente por el activismo de leyes en 1982 según dijo, tras conocer a activistas dentro del cristianismo. La semblanza de su trabajo fue leída por el sacerdote Ignacio Becerra, vicario de la Pastoral Indígena en Carichí.
La abogada afirmó para finalizar que el premio más que un reconocimiento al trabajo callado de los activistas por los derechos humanos, es una manera de visualizar la resistencia férrea de grupos de la sociedad sin voz y que aparentemente están bajo el yugo de poderosos en la esfera pública o grandes empresarios, como los ciudadanos de Baqueáchi dijo, por los que seguiría trabajando.